1. Demian
- Maldición... que escalofrío, caminar aquí no es como en la ciudad, se acostumbra uno bastante a la luz mercurial, además con la falta de pavimento es más difícil caminar, ni modo, por cierto, que silencio...
Al caminar bajo la penumbra de la calle principal de aquella pequeña comunidad (de tan solo 175 habitantes por cierto), solo una tenue luz iluminaba su paso, apenas un pequeño haz de luz que emanaba aquella luminaria en el poste viejo de madera, ubicado justo en la entrada de su casa, y entre tropezón tras tropezón en la accidentada calle de terracería, se desplazaba a paso lento hacia su casa, en parte por la escasa luminosidad, en parte debido el relieve de la calle, que no le ayudaba nada.
Después de poco más de sesenta metros, al llegar al límite de la propiedad de aquel terreno baldío junto a casa de sus padres, volvió a sentir un escalofrió tremendo, por segunda vez en esa noche.
- Tranquilo Demian - se decía a si mismo mientras forjaba una mueca sarcástica. - ¿En verdad te asusta la oscuridad?, todo este... silencio, .... ¡Ah!, tan solo es el frío. - Y sonreía.
Mientras caminaba, aun tenía fresca la conversación que había tenido con algunos amigos del lugar al tiempo que disfrutaban de unas cervezas, la plática era la habitual de esos días, todos se peleaban por narrar su anécdota y hacer ver que la suya era la más fehaciente, la más aterradora, la más espectacular respecto a ese “ente”, que asolaba a la comunidad. Pues no era un secreto su presencia durante las últimas semanas para la gente.
Cada noche se sabía de él, cada noche se hacía escuchar, su silueta se podía ver a lo lejos en ocasiones, imposible no oírlo, imposible no sentir su presencia en el ambiente, cada noche paseaba por el cielo de ese pequeño pueblo (según decían los jóvenes). Pero, aun así, la mayoría de los lugareños eran escépticos, al igual que Demian. Porque fácilmente podría ser un juego tan solo para asustar a la gente. Así que el solo sonreía al escuchar los relatos.
Al llegar a la verja de acceso de la casa de sus padres, inmediatamente después de escuchar el rechinido que producían las bisagras oxidadas de aquella puerta de fierro, pareció oír un tenue silbido, un susurro apenas, venia de aquel árbol.
Era un árbol grande, frondoso, y por aquellas fechas cubierto de hojas y vainas, media al menos diez metros de altura desde la base hasta la copa, imponente, siempre le causo admiración y respeto aquel fuerte árbol de mezquite, de tal vez un centenar de años de vida; aunque últimamente lo que le provocaba era desasosiego.
Después de levantarse apresuro el paso, le pareció más grande de lo normal aquel jardín que se interponía entre la entrada principal y la vieja casa, debía medir no más de treinta por quince metros, pero en ese momento le pareció mucho más grande. Y más aún debido a que ese gran árbol se situaba en al borde del patio opuesto a la casa.
Al llegar a la entrada de la vivienda recordó que ya era muy de noche, así que opto por darle la vuelta y entrar por la puerta del lado oriente que era el acceso directo al cuarto en el que dormía, y de esa manera no despertaría a sus padres, ya que al ingresar por la puerta principal habría que pasar frente a su recamara, y en ese lugar cualquier ruido por más cuidado que se tenga resulta estridente y capaz de despertar a cualquiera.
- Que silencio - murmuró para sí mismo.
De verdad que la noche en aquel pequeño pueblo era realmente relajante, lejos del ruido de los coches y la vida nocturna de la ciudad; en cambio ahí el silencio era embriagador, a pesar de los sonidos producto de la fauna de la región. Resultaba realmente agradable escuchar el canto de las ranas en épocas de lluvia, por ejemplo, o el canto de los grillos, y todos esos pequeños bichos nocturnos. Se podía escuchar de vez en cuando el aleteo de algún pájaro acomodándose en su nido en la copa de algún árbol cercano.
Abrió la puerta despacio, a tientas busco el apagador y encendió la luz.
-Al fin en casa - suspiró al fin. - ¡dios!, que cansado estoy - seguía susurrando para no despertar a sus padres.
Siempre le agrado ese cuarto, en aquella casa, en aquella pequeña comunidad. Desde que tiene memoria, durante las vacaciones, y alguno que otro fin de semana su familia gustaba de ir a visitar a los abuelos a aquel viejo pueblito del que eran originarios, escapar de la ciudad para relajarse y estar con sus seres queridos.
Desde que tenía unos 5 años ese cuarto fue la recamara en la que descansaba por las noches, con acceso a la sala por la parte poniente y salida al patio por la parte oriente donde a algunos metros se encontraba la letrina; además de esa ventana del lado sur que daba al patio principal donde estaba aquel gran árbol que tanto le impresionaba.
Decidió ir a hacer sus necesidades antes de dormir, al cerrar la puerta detrás suyo y después de dar algunos pasos hacia la letrina, sintió que el viento soplo un poco fuerte, y un escalofrió recorrió su cuerpo, un fuerte silbido se escuchó a lo lejos, no sabría decir de qué dirección provenía, pero instintivamente volteo para atrás hacia su derecha, y ahí estaba, aquel árbol frondoso, tan imponente, la luz azul de la luna lo bañaba completamente. Sus formas se apreciaban a gran detalle con aquel fondo grisáceo de las nubes que se encontraban a lo lejos y también iluminadas por la luz de la luna en su fase creciente gibosa; añadiéndole el movimiento apenas perceptible de sus grandes ramas debido al viento, fuera de eso, no había nada ahí.
- ¿Quién eres? - se envalentono y pregunto con voz firme, o al menos él pensó que así lo hacía, pero nadie contesto. - Mejor voy rápido – Finalizó.
Prosiguió su camino hacia la letrina, bajó su ropa hasta las rodillas y se dispuso a hacer lo suyo; la letrina era un pequeño cuarto de apenas dos metros cuadrados, la vieja puerta de madera hacia un año que se había roto, o más bien, había sido devorada por las polillas, y un día simplemente cayo de las bisagras de hierro que la sostenían, así que su padre la había sustituido temporalmente por la ventana de un camper antiguo que tenía guardado en el patio de la casa, de mica transparente, que no era realmente translucida debido a la suciedad que adquirió al paso de los años a la intemperie.
Ahora inclusive estaba tostada por su exposición al sol, así que funcionaba bien para acudir al sanitario sin que algún curioso pudiera ver que se encontraba alguien al interior, era indispensable tener algo de privacidad ya que la letrina era visible desde la calle; al no haber una barda divisoria porque en lugar de ésta solo había una malla de alambre sujetada en postes de madera.
Apenas habían pasado algunos segundos después de sentarse y dedicarse a lo suyo, cuando escucho la hierba seca crujir fuera del cuarto de la letrina.
- ¿Papa?, ¿eres tú? - Pregunto. Nadie respondió. - ¿papa? -Pregunto por segunda ocasión. Silencio nada más. Puso su mano sobre la puerta que tenía frente a él para intentar abrirla lentamente.
- Creí haber dejado la luz encendida antes de salir - Reflexionó. - Tengo que dormir ya, sospecho que esto no es más que cansancio.
Se dirigió hacia el interruptor para apagarlo y después se encaminó a su cama, que estaba arrumbada en la esquina de la habitación, y la ventana quedaba justo donde terminaba el colchón, así que desde su posición al recostarse podía ver un poco a través de la ventana que daba al patio y que se encontraba ligeramente abierta.
Era importante mantener la ventilación durante el día para que la casa se mantuviese fresca, de modo que su madre abría por las tardes la mayoría de las ventanas y en ocasiones, olvidaba cerrarlas.
Después de revolcarse demasiado tiempo sobre la cama, al fin pudo conciliar el sueño.
2. El Ente
Un intenso frío lo hacía temblar, al despertar tenía los pies helados, se incorporó con los ojos entreabiertos e hinchados, sentía los parpados pesados. Deberían ser las dos o tres de la madrugada.
- ¡Diablos!, olvide cerrar la ventana - Se levanto y al tocar el piso lo recorrió un escalofrió desde los pies. - ¡de verdad que esta noche es fría!
Dio vuelta en rededor de la cama rápidamente hasta la ventana y se dispuso a cerrarla, creyó haber escuchado el movimiento de la hierba justo del otro lado. Se atrevió a recorrer con la mirada hasta donde la vista le permitía desde esa perspectiva a través de la ventana. Nada, ahí no había nada... solo el árbol, y se detuvo a observar lo que parecía un bulto cerca de la copa del árbol, una nube atravesaba justo frente a la luna, así que la visibilidad era casi nula. Su piel se erizo y sus ojos se abrieron como platos.
«Pero... ¿qué puede ser eso? – Pensó. - debo estar loco, no creo que sea…»
De pronto la luna se asomó de aquella nube que la escondía, así que volvió a bañar de luz azul mortecina aquel gran árbol.
«Estoy todo neurótico» - Pensaba mientras sonreía nerviosamente.
Tan solo eran unas ramas amontonadas formando un bulto, tras cerrar la ventana dio media vuelta para ir a recostarse nuevamente. Mientras yacía boca arriba no pudo evitar seguir viendo hacia la ventana, tal vez pensaba que en cualquier momento se acercaría alguien o "algo" a observarlo. Sin embargo, no fue así.
Volvió a dormir, y esta vez profundamente; pasaron algunos minutos, o tal vez una hora, no lo sabía con certeza, pero nuevamente un escalofrió recorrió todo su cuerpo, y de repente sintió una gran angustia, un terrible miedo, no sabía porque, no sabía si estaba teniendo un mal sueño, solo pareció oír algo en la habitación, si, definitivamente era en la habitación, cerca de su cama, o más bien cerca de él, a su lado: Abrió los ojos súbitamente, completamente, y descubrió que no podía moverse, ni un solo dedo, dirigió su mirada hacia la ventana, podía hacerlo sin tener que mover su cabeza, estaba abierta ligeramente, podía oír silbar al viento al entrar por aquella rendija, sintió una punzada, pero no sabía dónde, solo sintió dolor, intenso dolor.
Fue entonces cuando su mirada se posó a su izquierda y se encontró frente a unos ojos grandes y muy negros, que por un momento parecieron mirarlo fijamente, una mirada completamente inexpresiva; quería gritar, quería moverse, alejarse de esa gran figura postrada a un lado suyo, agachada, succionando al parecer cerca de su cuello o de su hombro, no sabría diferenciarlo en ese momento, ¡de ahí venia el dolor!, ¡podía sentir su hedor!, ¡Podía verla!; aunque no muy claramente, pero ahí estaba esa gran silueta que había distinguido en el árbol, ahora no tenía duda alguna.
El corazón de Demian palpitaba tan vigorosamente que también podía oírlo, intentó gritar nuevamente, casi pudo emitir un leve sonido, creyó haber movido sus labios un poco, no obstante, tal vez era que solo le temblaban, miraba hacia todos lados y hacia ninguno, con sus ojos tremendamente abiertos, vino a su mente lo que le había dicho su abuela alguna vez cuando era solo un niño: «Encomendarte a dios si algún día tienes mucho miedo funciona, reza, persígnate, estarás bien»
Intentó recordar en ese momento el padre nuestro o cualquier oración que conociese, sin embargo, fue en vano, no podía concentrarse; la sombra seguía adherida a él a un costado y cada vez era mayor la angustia que sentía, la desesperación de no ser capaz de hacer nada, no poseía ninguna defensa, entonces se dio cuenta que su única arma en ese momento era su mente y sus ojos, era lo único que permanecía insomne. El corazón de Demian palpitaba tan vigorosamente que también podía oírlo, intentó gritar nuevamente, casi pudo emitir un leve sonido, creyó haber movido sus labios un poco, no obstante, tal vez era que solo le temblaban, miraba hacia todos lados y hacia ninguno, con sus ojos tremendamente abiertos, vino a su mente lo que le había dicho su abuela alguna vez cuando era solo un niño: «Encomendarte a dios si algún día tienes mucho miedo funciona, reza, persígnate, estarás bien»
Fue entonces que dirigió la mirada hacia arriba a su frente, después en dirección a sus pies, seguido de eso, a su derecha, y al finalmente hacia su izquierda, como si se estuviese persignando; y posando su mirada una vez más en esa sombra, observo nuevamente esos ojos. Aunque le dolía sostener la vista en esa dirección debido al ángulo en que se encontraba.
Pero esta vez, la mirada de aquel "ente" se sentía completamente colérica, emanaba repudio, odio, también apareció un pequeño atisbo de luz naranja alrededor de sus pupilas que eran negras como la noche, apenas un pequeño haz alrededor de ellas, esta vez pareció apreciar con más detenimiento aquella mirada y noto que esas pupilas ocupaban gran parte de las cuencas de esos ojos, y en rededor de ellos vio lo que al parecer era una especie de pelaje negro, tupido; escucho un susurro gutural en su oído izquierdo, lo que le pareció durar minutos, en realidad sucedió en uno o dos segundos.
La sombra se desvaneció, mientras se podía percibir el rechinido de lo que parecían unas garras en el piso, tres o cuatro pasos... entonces la ventana azoto, y Demian se reincorporo de golpe en su cama, aunque sus labios se movían, de su garganta no surgió ningún grito, ninguna voz, a pesar de que ya había recuperado completamente su movilidad, su pecho solamente soltó un alarido ahogado, apenas perceptible. La Bruja se había ido.
Fin de la primera parte.
Leer la Segunda Parte: Visitante Nocturno Parte 2
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"Al llegar el amanecer..."
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